La Basílica de Santo Spirito está regida por la comunidad agustiniana de Florencia, perteneciente a la Provincia de Italia de la Orden de San Agustín.
La Orden de San Agustín nació en Italia, donde se ha desarrollado. La Curia General se encuentra en Roma, al igual que la sede del Consejo Provincial, del que depende la comunidad agustiniana de Florencia.
Historia de la comunidad agustiniana de Florencia
En 1250 Spinello Accolti y Omodeo di Guido, vendieron una casa, un terreno y viñedos, a fray Aldobrandino, agustino, entonces Prior del convento de San Mateo, localidad de Lepore en Arceti. La propiedad se encontraba en el actual barrio de Santo Spirito. Con el oratorio y la plaza enfrente del mismo, los agustinos enseguida se convirtieron en un referente religioso y de cultura para la población. La iglesia no se había construido todavía. Los primeros pagos para la edificación se hicieron en 1269. En 1296 se ampliaron las dependencias del convento (distinto del actual) y la plaza.
El 28 de agosto de 1397, solemnidad de San Agustín, se tomó la decisión de edificar una iglesia para los ermitaños de San Agustín; los trabajos no empezaron hasta 1434. desde sus inicios, el complejo de Santo Spirito se sumerge en una relación directa con la ciudad de Florencia, con sus vicisitudes, con su historia y con su cultura. La Orden de San Agustín nace jurídicamente el año 1256; en Toscana difundía el patrimonio espiritual de San Agustín con gran fuerza y entusiasmo. Los agustinos de Santo Spirito, en aproximadamente, treinta años consiguieron poner su fundación a la vanguardia de la Orden, y hacerse presentes en la realidad política y literaria de su tiempo. Santo Spirito mantiene contactos con Petrarca y con Boccaccio, pero también hay figuras de mucho relieve dentro del convento, como Dionigi da Borgo San Sepolcro (a quien fuera dedicada la Biblioteca Municipal). Fue el primero en tratar con Petrarca, padre del Humanismo; enseñó en la Universidad de París; fue también amigo personal de Roberto rey de Nápoles. El rey lo llamó a Nápoles, donde conoció al entonces joven Boccaccio, quien siempre se referirá al agustino como «el reverendo padre mío y señor maestro Dionigi». La relación entre Petrarca y Dionigi no fue superficial ni de simple conocimiento formal; por el contrario el agustino ejerció una gran influencia sobre el poeta por medio del pensamiento de San Agustín, cuyas Confesiones le había regalado.
Petrarca igualmente conoció y trató al agustino Luigi Marsili, hombre doctísimo de perfil humanista. Marsili recogió la herencia espiritual de Petrarca, cuya persona veneró y cuya cultura amó. En efecto, en sus cartas le llamará «el mi señor».
La obra de los agustinos, y en particular la de Marsili, se debe colocar en contexto civil imbuido de la convicción interior que lucha por superar el tecnicismo escolástico de las acostumbradas escuelas eclesiásticas y religiosas, para abrirse a las nuevas fuentes, y sin embargo antiguas, y a un nuevo tipo de enseñanza y de escuela que acercara la cultura al mundo laico y civil.
Fuente: Elena Capretti, Guida della Basilica di Santo Spirito, Basilica di Santo Spirito 2012